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El término high yield significa literalmente alto rendimiento y hace referencia a bonos de renta fija (deuda pública o privada) que ofrecen intereses más altos que la media del mercado. Sin embargo, ese rendimiento extra no es un regalo: suele ir acompañado de un mayor riesgo de impago por parte del emisor.
La lógica es sencilla: para atraer compradores de deuda, el emisor debe ofrecer un cupón atractivo, y los inversores exigirán más retorno cuanto mayor sea el riesgo asumido. En los activos de renta fija, las agencias de calificación (como Standard & Poor’s, Moody’s o Fitch) otorgan notas a los emisores y sus emisiones según su solvencia. Los bonos high yield son aquellos con calificación inferior a grado de inversión (investment grade), es decir, por debajo de BBB- en S&P o Baa3 en Moody’s. Por eso también se les conoce como bonos de alto rendimiento o bonos basura (junk bonds), aunque esta última expresión tiene un matiz peyorativo que no siempre refleja la realidad ya que no todos los emisores high yield están al borde del colapso financiero, pero sí implican un riesgo superior al de emisores con mejor calificación crediticia.
El universo high yield incluye desde empresas jóvenes en crecimiento con potencial, pero sin un historial de solvencia consolidado, hasta compañías consolidadas que atraviesan una etapa complicada y necesitan financiarse a tipos más altos para atraer inversores, pasando por gobiernos con mayor riesgo crediticio.
Ventajas y riesgos del ‘high yield’
Como toda inversión, el high yield combina oportunidades y amenazas. Conocerlas es clave para decidir si encaja en nuestra estrategia.
Ventajas
- Mayor rentabilidad potencial: su principal atractivo es el cupón más alto frente a bonos con grado de inversión.
- Diversificación de cartera: en ciertos momentos, su comportamiento no sigue exactamente el mismo patrón que los bonos de alta calidad, lo que puede aportar diversificación.
- Exposición a empresas con potencial de revalorización: algunos emisores high yield pueden mejorar su situación financiera y ver cómo sube su calificación, lo que podría revalorizar sus bonos.
Riesgos
- Mayor riesgo de impago: la probabilidad de que el emisor no cumpla con el pago de intereses o del principal es más alta.
- Sensibilidad a la economía: en recesiones, el high yield suele sufrir más que otros activos de renta fija.
- Menor liquidez: algunos bonos de alto rendimiento pueden negociarse menos, lo que dificulta venderlos rápidamente sin afectar el precio.
- Volatilidad de precios: son más sensibles a cambios en la percepción del riesgo por parte de los inversores.
En resumen, el high yield ofrece más rentabilidad, pero no es para todos los perfiles: se necesita tolerancia al riesgo, horizonte de inversión a medio-largo plazo y una buena diversificación.
¿Cuándo es atractivo el ‘high yield’?
El atractivo del high yield aumenta en entornos en los que los inversores buscan rentabilidades superiores a las que ofrece la renta fija tradicional. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando:
- Los tipos de interés están bajos y los bonos investment grade ofrecen rendimientos muy reducidos.
- La economía está en expansión y las tasas de impago son bajas, lo que reduce el riesgo percibido de este tipo de emisiones.
- Se espera un repunte moderado de la inflación, ya que el cupón más elevado del high yield puede compensar parte de la pérdida de poder adquisitivo.
Por el contrario, en entornos de desaceleración económica o crisis, las tasas de impago tienden a subir y este segmento de la renta fija puede sufrir caídas significativas en precios.
Diferencias entre ‘high yield’ e ‘investment grade’
La gran diferencia entre ambos radica en la calidad crediticia del emisor y, por tanto, en el nivel de riesgo y la rentabilidad que ofrecen.
- Los bonos investment grade (grado de inversión) incluyen emisiones con calificación BBB- o superior (S&P) o Baa3 o superior (Moody’s). Se trata de emisores con alta capacidad de pago y bajo riesgo de impago. Sus rendimientos suelen ser más bajos por la mayor seguridad ofrecida.
- Los bonos high yield engloban emisiones con calificación por debajo de esos niveles. Presentan más riesgo y, como compensación, ofrecen mayores cupones.
La diferencia se refleja en los spreads de crédito, que son la prima de riesgo que pagan los bonos high yield sobre los de grado de inversión para compensar el riesgo extra. En periodos de bonanza, estos diferenciales pueden estrecharse, y en momentos de tensión financiera se amplían, reflejando un aumento de la aversión al riesgo.
Conclusión
El high yield puede ser un activo interesante dentro de una cartera diversificada, siempre entendiendo que implica más riesgo a cambio de mayor rentabilidad.
No se trata de verlo como bonos basura o apuestas arriesgadas, sino como una clase de activo que, en el contexto adecuado y con una gestión activa profesional, puede aportar valor y rendimiento extra. La clave está en seleccionar emisores sólidos dentro del universo high yield.
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